domingo, julio 23, 2006

Querido diario

Un día más y todo parece seguir igual. Enciendo el televisor, son las mismas noticias de siempre con distinto titular. ¿Sigo durmiendo todavía? No, me acerco y compruebo la fecha en el ordenador, está bien. Salgo de casa y me dirijo a coger el autobús como cada mañana.

Las mismas caras de siempre, quizá alguna nueva. Sin embargo todos están ausentes en su pequeño mundo, tan distantes e indiferentes con el resto. Saludo al conductor y me siento junto a la ventanilla para poder observar el exterior. Gente yendo de un lugar a otro, algunos parados observando el escaparate de la tienda de ropa que han abierto hace poco, preocupados por estar a la última moda. Una nueva parada. ¿Quién se sentará hoy a mi lado? Esta vez es una mujer de unos cincuenta años, que se sienta ampliamente clavándome el codo en el brazo mientras mira distraida su bolso o el móvil. No se disculpa. Un joven hace sonar el timbre de parada, pero el autobús continua su trayecto. Nadie avisa al conductor. Otra parada, en la que sube una pareja de ancianos. Todos los asientos están ocupados. Tiene que ser un hombre algo más joven que ellos el que ceda el otro asiento. No hay más ofrecimientos. Última parada, final de trayecto y comienzo de una nueva jornada.

De regreso a casa pierdo el autobús por unos segundos. Caminando me cruzo con un grupo de chicos, no llegarán a quince sus años, señalando y riéndose de un hombre que está sentado pidiendo algo de dinero. Otros ni tan siquiera llegan a reparar en su presencia. Tal vez sea mejor esto último. Sólo queda un corto tramo hacia casa. Giro la esquina y entro en el portal. Esta vez no enciendo el televisor, ya sé lo que voy a ver. Ha sido una jornada larga, mejor ir a descansar. Tal vez sea mañana el día en que todo cambie, en que todo esto acabe...

No hay comentarios: